20 octubre 2025

1) San Miguel: verdor, lagos e historia


Nueve amigos elegimos las Azores para un viaje de quince días al comienzo del otoño. El plan preveía visitar cuatro de las nueve islas, las que consideramos más accesibles (avión) e interesantes. Llegada al aeropuerto de Ponta Delgada, la capital de la isla de San Miguel; vuelo posterior a Flores, con escapada marítima a la diminuta isla de Corvo y, finalmente, isla Terceira, como se ve en el mapa de arriba. En cada una de las tres, cinco días alojados en una casa amplia con capacidad para todos. Así se planeó y  se ejecutó. Y todo salió sin problemas... de relevancia.

En esta entrada hablaremos primero de las ciudades de la isla, después de las rutas de senderismo que acometimos, de los restaurantes que conocimos y, finalmente, de nuestra casa de alquiler.

San Miguel desde el aire, con su decorativa cúpula de nubes

Una bienvenida de nivel antes de aterrizar

Sin entrar en más detalles ahora, apuntar que nos sorprendieron muchas cosas desde el principio. Especialmente, el tremendo verdor de la isla (y las demás también, un poco menos Terceira), la belleza de sus paisajes, la suavidad de las temperaturas, con escasa variación entre la noche y el día, y también encontrar ciudades tan interesantes. De todo ello iremos hablando.


PONTA DELGADA


En los cinco días de San Miguel fuimos en varias ocasiones a Ponta Delgada, la ciudad principal, donde se concentran la mitad de los 140.000 habitantes de una isla grandecita, 746 kilómetros cuadrados de superficie, 65 kilómetros de este a oeste y entre 8 y 16 kilómetros de anchura. Ponta Delgada es también una de las tres capitales del archipiélago, sin duda la principal, y una ciudad importante, atractiva y con un pasado muy a la vista.

Víctor, el guía del free tour, sujetando un mapa muy familiar: el anticiclón de las Azores

A la vista de su atractivo, exploramos la posibilidad de realizar un free tour a través de la plataforma Guruwalk, y lo hicimos. Y quedamos encantados. Estuvo a cargo de Víctor, un venezolano con orígenes lusos. La pena fue que lo decidimos tarde y se llevó a cabo el último día en la isla. Error de principiantes, pues un tour guiado siempre descubre cosas en las que profundizar después. Por ello nos comprometimos a hacerlo nada más llegar en las siguientes islas. Desgraciadamente, no hubo lugar, en  ninguna de ellas se ofertaban free tours. Solo visitas organizadas por agencias a precios excesivos.

Puertas de la Ciudad (1783), tarjeta de visita de Ponta Delgada

En pleno centro del centro urbano las denominadas Portas da Cidade, sin duda el emblema de la urbe. Data de 1783 y viene a ser como la torre Eiffel en París, el símbolo que identifica la ciudad.

En 1952 fueron trasladadas unos metros durante la reurbanización de la zona

También son conocidas como Porta do Mar y se construyeron donde entonces estaba el muelle del puerto, pegaditas al agua, que hoy está bastante lejos. Los rellenos posteriores, como en la mayoría de ciudades portuarias,  las han alejado el mar, y si se ve una imagen de época es difícil reconocerlas. 

Inicio del free tour en la plaza Velho Cabral con su decoración adoquinada

La plaza de Gonzalo Velho Cabral (uno de los primeros navegantes portugueses que descubrieron y exploraron las islas), donde están situadas las puertas. También está a unos pocos metros de la iglesia matriz de San Sebastián.

Iglesia matriz de San Sebastián

Esta impresionante y maciza iglesia es el principal templo de la ciudad (1531-1547), dedicado al santo protector de los enfermos, no en vano la isla acababa de pasar una epidemia de cólera cuando se iniciaron las obras. Construida en estilo manuelino (finales del XV, reinado de Manuel I, y XVI, vendría a ser un gótico con influencias mudéjares y posteriormente del Renacimiento), sufrió alteraciones en el siglo XVIII con el añadido de elementos barrocos. 

Gárgola del templo

Llena de tallas doradas, al entrar llama la atención el olor a humedad, que comprobaríamos es una característica general de las islas, incluso en viviendas. Es, simplemente, una consecuencia del clima de Azores. En el alojamiento de la isla de Flores, una antigua casa de aldea, al llegar había repartidos varios deshumidificadores encendidos, y así estuvieron esos días. Y había que vaciar el agua a menudo.

Sede de la Cámara Municipal (ayuntamiento) y su torre sineira detrás

El edificio municipal es un inmueble atractivo y de época, con escaleras exteriores que llevan a la primera planta, la principal. Este diseño lo veríamos en otros lugares.

Fortaleza de San Bras (siglo XVI), construida junto al mar

Era una de las fortalezas que se levantaron como defensa frente a piratas y corsarios. Había más, pero desaparecieron en sucesivas obras a lo largo de los siglos. Alberga un museo militar, que no visitamos. 
En estas dos semanas comprobamos que algunas obras históricas fueron construidas durante la etapa española (1583/1640), cuando las Azores y todo Portugal pertenecía a la corona española, algo que suele sorprender a los españoles. En el caso de este fuerte, fue iniciado por Portugal pero se inauguró durante la etapa española.

Las islas precisaban buenas defensas, pues eran punto obligado de escala para los barcos que venían con riquezas de América. 


Con nuestro guía recorrimos una gran parte del centro histórico de la ciudad, la principal de las Azores y una de sus tres capitales con Angra do Heroismo (Terceira) y Horta (Faial). También  nos explicó el origen de los nombres de las islas: San Miguel, descubierta el día de dicho santo igual que la de San Jorge; Flores, por su abundancia de flores; Pico, por tener la montaña más alta de Portugal; Terceira, que fue la tercera en ser avistada; Corvo porque había muchos cuervos....en fin, todo muy obvio.

Fachada de la iglesia de Todos los Santos

La visita guiada finalizó junto a la iglesia de Todos los Santos, considerada la obra barroca más importante en las islas. Data del siglo XVI y dos siglos más tarde iba a formar parte del colegio de los Jesuitas. Sin embargo, la expulsión de la orden de Portugal en 1759 paralizó este proyecto.

Monumento al emigrante

Previamente habíamos pasado junto al monumento al emigrante, una realidad histórica en las islas, cuyos destinos principales eran Estados Unidos, Brasil y Canadá. De hecho, nuestro guía descendía de emigrantes a Venezuela. El proceso se ha suavizado en los últimos tiempos debido al desarrollo del turismo, que ha creado puestos de trabajo y dado más opciones a la población.

Vista de Ponta Delgada desde lo alto de la torre sineira del Ayuntamiento

Siguiendo la recomendación de Víctor, subimos a la torre sineira de la Cámara Municipal, superando 106 angostos escalones. El acceso es gratuito pero un empleado regula los flujos, pues no es posible subir y bajar a la vez dada su estrechez. Una vez arriba, una preciosa vista de la ciudad de 360 grados. La urbe no presenta muchas anomalías estéticas, excepción hecha de un hotel en la costa que a los de Vigo recordó nuestro pecaminoso hotel Bahía.

Interior del mercado de Ponta Delgada

Acabamos con una imagen del mercado de la ciudad, visita que nunca evitamos. Estuvimos por la tarde y sin duda no era su mejor momento de actividad, pero tenía buena pinta. Uno de sus atractivos es el aparcamiento anexo, que nos vino de perlas pues nuestra van de nueve plazas no cabía en cualquier sitio. Pero si se va por la mañana, puede estar completo, como nos pasó uno de los días.

Zona de baño con servicios en la zona marítima central de Ponta Delgada 

Y en nuestros paseos por la ciudad, parte del grupo se dio un chapuzón en esta zona acotada para facilitar el baño en agua de mar. Un sitio agradable y bien acondicionado, muy cerca un área comercial y de bares en pleno centro.


RIBEIRA GRANDE Y LA MEDIÁTICA RABO DE PEIXE


Ribeira Grande es la segunda población de la isla, con algo más de 30.000 habitantes en el conjunto del municipio (la tercera parte el pueblo en sí). Situada en la parte central de la costa norte, nuestra casa estaba por esta zona. Sin embargo, en los últimos años ha logrado mucho mayor renombre una de sus catorce freguesías (entidades menores o lo que serían parroquias en Galicia), Rabo de Peixe, debido a una exitosa serie de Netflix. En ella se novela un hecho real, el naufragio de un barco con droga en 2001, que inundó sus playas con media tonelada de cocaína. Esto provocó una larga colección de desgracias en esta localidad pese a la idea inicial de que les había caído el maná, cuyas consecuencias son todavía visibles y que generó un estigma a sus vecinos aún pendiente de erradicar.

Rabo de Peixe es una localidad resultona que trata de mejorar su imagen

Nos encontramos con Rabo de Peixe de camino a Ribeira y sin estar previsto, pero paramos a dar una vuelta. Varios de los viajeros habían visto la serie y lo comentaron con el resto.

Situada sobre un acantilado, han blindado su base para frenar la erosión

En el paseo nos llamaron la atención grupos de vecinos con aspecto dudoso y que en apariencia habían sido consumidores de droga. Por internet, sobre la marcha, supimos que soporta la fama de ser un lugar conflictivo y con mayor índice de delincuencia que el resto de la isla.

Iglesia del Buen Jesús

Ignorando estos mensajes negativos, dimos una vuelta por el pueblo disfrutando de sus bellezas turísticas, principalmente la iglesia del Buen Jesús (siglo XVIII).

Docenas de ramos de flores decoraban el templo en el día de la Virgen del Rosario

Se estima que las obras se iniciaron en 1690 y finalizaron 45 años después, con el resultado de una iglesia barroca chula y bien cuidada.


El nombre de la localidad permite a los artistas realizar murales alusivos.

Enorme playa de arena de Ribeira Grande, totalmente desierta el día de nuestra visita

Tras recorrer la zona nos encaminamos a Ribeira Grande para completar la jornada. Dos días después volveríamos a recordar la visita, pues el guía del free tour en Ponta Delgada sacó a colación lo ocurrido en Rabo de Peixe. Víctor insistió en que los rabenses soportan mala fama por este ya lejano episodio, pero que la localidad ha cambiado mucho y es preciso acabar con una tan negativa reputación.

Puente sobre el barranco encauzado en Ribeira Grande

Aparcamos sin problema la furgoneta cerca del mar y por una serie de pequeñas callejas llegamos al puente de la imagen superior. Lo atravesamos hacia la izquierda y aparecimos en el centro de una localidad que tiene categoría de ciudad desde 1981.

Tras los gigantescos metrosideros, el Ayuntamiento, un palacio de los siglos XVI y XVII

Su casco antiguo es interesante, desde la plaza del Ayuntamiento, donde descansamos un rato en una terraza, subimos unas calles en cuesta para conocerlo.

Vista de Ribeira Grande y la torre municipal desde la iglesia matriz de la ciudad

Mientras ascendíamos una calle en pendiente sonaba potente música pegadiza. Llegados a la plazoleta bajo la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Estrella, descubrimos que el palco de la música lucía propaganda electoral preparado para un inminente acto de campaña. Estábamos a miércoles y el domingo siguiente se celebrarían elecciones municipales, que a nosotros nos pillaron ya en la isla de Flores. Como curiosidad, los socialistas perdieron el ayuntamiento ante la derecha por menos de 400 votos.

Kiosko de la música reconvertido en escenario de un acto electoral socialista

Con esta compañía musical, paseamos por la zona  poco antes de regresar al vehículo para buscar donde cenar.

Iglesia matriz con su imponente escalinata

La pendiente obligó a los primeros pobladores a diseñar escalinatas para el acceso. Construida en las dos primeras décadas del siglo XVI sobre los restos de una capilla anterior, exhibe valiosos retablos y ornamentos. Nuestra Señora de la Estrella sobrevivió a los terremotos de los siglos XVI y XVII.


Por nuestra parte, desandamos el camino que hicimos al llegar, esta vez por debajo del puente-viaducto, y abandonamos Ribeira Grande, contentos de la visita a una localidad tranquila, agradable e histórica.


VILA FRANCA DO CAMPO


De las principales localidades de la isla solo nos quedaba Vila Franca do Campo, la primera capital de la isla y originariamente sede del único municipio existente.

Zona portuaria de Vila Franca do Campo

Como en Ribeira, pudimos estacionar la furgoneta cerca del mar, en este caso en la zona portuaria. Son localidades un tanto angostas, sin avenidas, y eso complica siempre el estacionamiento. Había muchos veleros en el puerto deportivo, como en otros lugares de la isla, y uno de los viajeros, conocedor del tema, está convencido de que han hecho el recorrido desde América y una vez en Azores han volado al continente a la espera del mejor momento para volver a recogerlo y terminar la travesía.

Calle en pendiente de Vila Franca do Campo

Es un conjunto urbano quizás menos interesante que Ribeira o Ponta Delgada, lo que puede tener que ver con el terremoto que arrasó Vila Franca el 22 de octubre de 1522, 503 años casi día por día de nuestra visita. Provocó 5.000 muertos y el traslado de todos los servicios, capitalidad incluida, a Ponta Delgada.


Pese a ello encontramos edificios históricos en la plaza del Ayuntamiento.

Sede municipal de Vila Franca do Campo

La sede del Ayuntamiento mantiene el sistema del acceso exterior por escaleras a la primera planta, como las de Ponta Delgada o Ribeira Grande.

Iglesia del Buen Jesús de la Piedra o iglesia de la Misericordia (siglo XV)

La iglesia principal o matriz es también maciza y majestuoso, y fue uno de los principales hospitales del archipiélago.


Regresamos al vehículo con la idea de subir a la capilla de Nuestra Señora de la Paz para disfrutar de las vistas y del islote situado frente a la localidad. Habíamos barajado ir en barco al islote, pero lo desechamos ya que no había servicio disponible. Nos conformamos con verlo desde el mirador de Nuestra Señora de la Paz.


La vista desde el mirador es soberbia, sobre el pueblo y el mar, con el islote al fondo. 

O Ilheu, uno de los atractivos de Vila Franca

Este pequeño islote es un cono volcánico del que solo emerge una pequeña parte. Ligeramente abierto al mar, forma una piscina y uno de sus atractivos es el baño, pero recientemente se ha prohibido para proteger el ecosistema, y también limitado el número de embarcaciones que pueden visitarla.


En una vista más de cerca se aprecia la apertura del cono al mar.

Capilla de Nuestra Señora de la Paz

Esta capilla fue construida en 1764, en el lugar donde según la leyenda un pastor encontró una imagen de la virgen. Aparte de la discutible escalinata, desde allí se disfruta una bella vista y suele haber muchos visitantes en la zona.


CAMINATA DE RIBEIRA GRANDE AL SALTO DEL CABRITO


Estuvimos cuatro días netos en San Miguel (descontando los de llegada y salida) y pudimos hacer tres rutas senderistas. De todas ellas nos quedó un muy buen recuerdo de los paisajes que recorrimos caminando, la forma más real y efectiva de conocer un territorio.

Área recreativa donde comenzó el paseo, con los nueve caminantes preparados

Hicimos ocho kilómetros y medio de recorrido en unas tres horas, a paso tranquilo, pero es cierto que hubo un imponderable. Estábamos avisados de que el camino estaba cortado en un punto, no sabíamos cual, pero teníamos nuestras dudas. Así que empezamos en la confianza de que no fuera así.... En fin, nada que afecte a un senderista en un lugar para nada problemático.


La senda por la que iniciamos el paseo era cómoda, una autopista senderista, bajo árboles y rodeados de vegetación en un día soleado y tiempo suave. Todo perfecto.

Central hidroeléctrica en desuso

Un rato después hicimos un pequeño desvío para ver una antigua central hidroeléctrica desde hace años fuera de uso.


Enclavada en el fondo de un barranco, era una zona todavía más húmeda y la vegetación lo cubría todo. Los escalones había que bajarlos con cuidado, con la humedad y el musgo estaban resbaladizos.

Vegetación exuberante toda la ruta

Seguimos caminando y disfrutando, sin que el anunciado corte apareciera. Dudábamos que fuera cierto.


Pero la realidad se iba a imponer. Cuando estábamos cerca de otra instalación hidroeléctrica igualmente en desuso hubo señales que nos cerraban el paso. 


Terqueando, hubo quien bajo un desnivel para llegar al cauce, pequeño, y lo atravesó sobre unas piedras para buscar una salida por el bosque. En esas aparecieron un grupo de barranquistas con sus guías, y una de ellas nos confirmó que no había forma de seguir, que un árbol caído bloqueaba el paso. Así que dimos la vuelta para regresar al punto de partida de esta caminata circular por el sitio más adecuado.


Sin problema alguno llegamos al punto de salida y descansamos un ratito antes de marcharnos en el coche.


Nos llamaron la atención unas furnas con tapaderas, que hay también en otros sitio de esta isla volcánica, en el que vapores calientes salen a la superficie. Aquí los domingueros pueden venir a hacer un guiso con el calor que sale de la tierra. Sorprendente. Localizamos otro día un restaurante que utiliza furnas de este tipo para hacer cocido, pero no lo probamos.


CAMINATA BORDEANDO EL LAGO DE SETE CIDADES


Otro de los días nos desplazamos al extremo oeste de la isla, al lugar conocido como Sete Cidades, que es una gigantesca caldera en gran parte ocupada por dos lagos, Azul y Verde, llamados así por el color de sus aguas, un lugar de excepcional belleza. Junto a ellos existe una población llamada igualmente Sete Cidades.
Los viajeros caminantes sobre el lago Azul visto desde un mirador, un paisaje de cuento

Hicimos el camino en coche por un carretera interior, digamos de montaña, casi todo el rato bajo la niebla., pero preferimos disfrutar del paisaje por el interior.


Y los márgenes de la carretera, como en innumerables puntos de las Azores, bordeados por enormes y kilométricas matas de hortensias, al estilo de los agapantos en las de Madeira.


Los dos lagos son en realidad uno solo, y en el punto de conexión existe una carretera sobre un puente que permite llegar a Sete Cidades pueblo.



Los arcos bajo este puente conectan las aguas de ambos lagos.


La primera parte del camino es extremadamente sencilla, paseando por una senda plana junto al lago, sin obstáculo alguno. Es el señuelo para seguir adelante, donde las cosas fueron mucho más complicadas.

Pronto empezaron las dificultades en la ruta

Al poco rato el camino penetra en la espesura, no hay planicie junto al lago y sí una senda irregular, con subidas y bajadas a veces pronunciadas, y abundantes dificultades. En varios lugares han colocado cuerdas al estilo de pasamanos para facilitar las cosas.

Árboles caídos, barro y pendientes en una senda casi inexistente

Árboles caídos, zonas embarradas, pendiente abruptas, estrechamientos, y cosas por el estilo nos complicaron la marcha, y la ralentizaron. Íbamos muy despacio y nos cruzamos con mucha gente. A veces los dejábamos pasar para no hacerles caminar a nuestro paso. En algunos tramos hubo que saltar e incluso casi andar a gatas.

El lago Azul en medio de la ruta semejaba un océano

En ocasiones divisábamos el lago y nos animábamos, pero la mayor parte íbamos bajo una cubierta vegetal impenetrable, como se intuye en estas imágenes.


Tuvimos una ayuda inesperada en forma de planta, el jengibre amarillo, una especie invasora que tiene colonizadas las islas, al menos las que visitamos, y del que hasta ese momento no conocíamos. Sus largos tallos nos servían para sujetarnos, evitar caídas e impulsarnos en las subidas. Aunque no nos gustaba, le cogimos cariño. Lo cierto es que tardamos tres horas en recorrer algo menos de cinco kilómetros, y que algunos puntos fueron difíciles, pero finalmente completamos la ruta.

CAMINATA DE AS FURNAS


La tercera caminata fue en el otro extremo de la isla, en la parte este, también alrededor de un lago, en este caso llamado As Furnas. No tuvo nada que ver con la anterior, plácida, tranquila, sobre un camino plano, totalmente relajada.


Antes de iniciar el camino recorrimos la zona de As Furnas, junto al lago, donde existe una intensa actividad geotérmica volcánica. Tres euros cuesta entrar.


Valladas para evitar incidentes, caminas junto a numerosas fumarolas, calderas humeantes, y en medio de un intenso olor a azufre, parecido al de la pólvora.

Aguas burbujeantes por el calor en As Furnas

Una parte del grupo había estado ocho años antes en Nueva Zelanda, y lo que aquí veíamos nos recordaba a Rotorúa, un espacio similar aunque aquel mucho más grande y espectacular, sin restar méritos al de San Miguel.


En el camino o cerca encontramos algunos árboles de tamaño espectacular. Especialmente la araucaria de la imagen, que un cartel identificaba como una de las mayores del mundo tras una medición realizada en el año 2010. Entonces alcanzaba 51 metros de alto y 136 centímetros de diámetro, siendo en ese momento la segunda en todo el planeta, aunque admite que desde entonces la situación puede haber cambiado. El ejemplar, desde luego, impresionaba.


En los márgenes de la ruta resisten algunas destacadas construcciones que indudablemente tuvieron tiempos mejores.


Fue en todo momento un camino distendido, absolutamente sencillo, sin la menor complicación, quizás para compensar el de Sete Cidades.


En menos de dos horas a paso tranquilo cubrimos los seis kilómetros y medio del recorrido.


Acabado el paseo comimos en As Furnas, una pequeña población de unos 700 habitantes y en la que existen algunos canales que permiten el funcionamiento de molinos


Pese a una población tan exigua, la iglesia de esta freguesía del municipio de Povoaçao es enorme, aparentemente excesiva. Es relativamente reciente, iniciada en 1904, pero las obras no terminaron hasta 1963. Por medio estuvo ocupada por el ejército ya que en 1913 había muerto su impulsor, el Marqués da Praia e Monforte, su impulsor. En 1946 La Condesa de Cuba dejó en su testamento dinero para continuar las obras, que así pudo concluirse.


LAGO DE FOGO


Hicimos el intento de ir a ver el lago de Fogo, pero en este caso las inclemencias meteorológicas boicotearon la excursión.


Llovía ligeramente y la niebla cerrada impedía disfrutar el paisaje.


Pero nos empeñamos en ver algo y en el rato que estuvimos allí, no demasiado, algo aclaró.


Y al fondo de la hondonada de lo que en su momento fue un cráter volcánico empezó a dibujarse un lago, con lo que nos dimos por satisfechos. 


RESTAURANTES Y NUESTRA CASA



La primera cena en Azores fue en el restaurante O Pescador, en Rabo de Peixe. Haciendo honor a su nombre, su carta estaba basada en los pescados. El pulpo ao Lagareiro que allí tomamos fue el mejor de todo el viaje y también excepcional el guiso de pescado en cataplana, Con postres para todos salimos a 23 euros persona, similar a otros en San Miguel y Terceira. En Flores los precios eran muy superiores y en general todo; como ejemplo la casa, que costó más que las otras dos juntas

Restaurante Estradinho, en Ponta Delgada

Al día siguiente en Ponta Delgada comimos en Estradinho, también de pescado e igualmente bien puesto. Nos gustó algo menos. 26 euros persona.

Un día después, en Sete Cidades, fuimos a comer tarde tras la caminata y encontramos un bufé por 18 euros, bebida y café incluidos. Decente para salir del paso.

En Furnas comimos en el restaurante Ja´ se sabe, un sitio agradable. Carnes y pescados, bien y precio similar.

Restaurante Associaçao Agrícola, afueras de Ribeira Grande, cerca de Rabo de Peixe 

El viernes cerramos la estancia en San Miguel en el restaurante de la Associaçao Agrícola, especializado en carnes e instalado en una nave de exposiciones. Muy grande, bien montado y atendido, era ya de otro nivel. La mayoría optamos por la carne. 28 euros de media.



Respecto al alojamiento, alquilamos una casa de dos plantas cerca de Ribeira Grande, con cinco dormitorios y tres baños.  Estaba muy bien, detalles al margen.



Un gran salón donde estábamos cómodos, pero la estancia más agradable era la cocina.



Bien surtida de menaje, con dos frigoríficos y una amplia mesa donde podíamos desayunar juntos y hacer una cena sencilla.



Había una terraza exterior que utilizamos poco, pero agradable, y contábamos con una lavadora y una secadora, ambas de gran capacidad.



 Y nos despedimos con la furgoneta que nos permitió recorrer la isla, donde pasamos cinco agradables días.